martes, 14 de diciembre de 2010

Take a Bow, Capitulo IV

— ¿Hola? —pregunté a la voz que sonaba al otro lado del citófono, mientras recogía mi cabello en un moño desdeñoso— ¿Está Alice?


Comencé a empinarme y a bajar sobre mis pies, una y otra vez a la espera de oír nuevamente la voz de Edward.


— ¿Selene? —inquirió con sorpresa—. Dame un minuto ya voy.


— Bella —corregí demasiado tarde, ya que los pasos no tardaron en sentirse cada vez más cerca, hasta que se abrió la puerta y detrás de ella, Edward vistiendo nada más que unos bermudas de color negro me recibía con una gran sonrisa.


— ¡Selene! —exclamó un entusiasmado viéndome de pies a cabeza—. Aún es temprano para que salga la luna —bromeó mirando su muñeca como si investigara su ausente reloj—. ¿Te fugaste de Zeus?


— Hola Edward —saludé ignorando su comentario y de paso cambiando la dirección de donde veían mis ojos—. ¿Está Alice?


— No, pero vuelve pronto —dijo haciéndose a un lado para cederme el paso—. Puedes esperarla si quieres.


Dudé un segundo antes de aceptar y entrar a la casa.


Caminé por el gran vestíbulo hasta llegar a la sala seguida por Edward. Me dejé caer con pereza sobre el sillón mientras lo veía caminar en dirección a la cocina.


— ¿Sabes si tardara mucho Alice? —grité.


— Lo suficiente —dijo regresando a la sala y entregándome un vaso de agua—. Lo siento es lo único que encontré —se disculpó encogiendo sus hombros y rascando su cabeza con molicie.


— Edward, las botellas con los concentrados de frutas están en la despensa blanca que queda al lado de la nevera, último compartimento, detrás de las conservas. El de naranja es de Alice, y el de manzana Light es de Rose, nunca bebas de ninguno de esos dos, a menos que quieras ser encontrado sepultado por rocas en algún espacio baldío.


Frunció el ceño y comenzó a reír. Su risa era natural, nada forzada y sus ojos se empequeñecían, era bastante expresivo y muy guapo.


De pronto se quedó viéndome fijo y sentí como un nudo se formaba en mi estomago. Luego de nuestro único beso en la humildemente llamada "Casa de veraneo" , no habíamos tenido tiempo para estar solos. Ese día Edward había correctamente decidido dejarme dormir en su cama, mientras él se marchó a un cuarto de invitados, dejándome con la desilusión y un corazón al borde de un ataque.


— ¿Qué? —pregunté nerviosa luego de unos segundos de silencio.


— Nada —contestó sonriendo—, es solo que es extraño no tener idea de donde se encuentran las cosas en mi propia casa.


— Eso es normal, Alice muchas veces tampoco lo sabe y eso que ella nunca se ha ido de aquí.


— Pero puedo apostar mi cabeza a que jamás se le olvida donde deja su ropa —murmuró— y eso que tiene muchos más vestidos que granos en un barril de arroz.


— ¿Granos de arroz? —repetí frunciendo el ceño—. Recuerdo haber oído una historia que involucraba granos de arroz y un tablero de ajedrez.


— ¿Ajedrez? ¿Sabes jugar? —inquirió divertido levantándose de golpe y caminando hacía donde guardaban los juegos de mesa—. ¿Te gustaría echar una partida conmigo?


— No te respondí si sabía hacerlo.


— Sé que si —dijo dejando con cuidado sobre la mesa de centro un tablero de ajedrez preparado para la contienda—. Me encanta jugar, pero parece que a nadie le gusta.


Quince minutos mas tarde ambos estábamos tan concentrados que olvidé todo lo demás. Era un desafío constante cada movimiento que Edward hacía. Sus manos se movían con elegancia, tenía dedos largos y brazos fuertes. Por suerte se había colocado una polera, aunque aquello no aminoró en lo más mínimo la tensión que sentía al estar tan cerca de él.


Cuando él atacó, me defendí. Cuando avancé, él dio el contraataque.


— ¡Jaque mate! —exclamó alzando ambas manos empuñadas en gesto de victoria.


Me quedé viendo el tablero fijamente, sorprendida por no haber adivinado o calculado con anterioridad aquel encasillamiento.


— Vaya, has ganado en muy buena ley —comenté sonriendo.


— ¿Es que acaso hay otra? —preguntó sosteniendo el rey negro de madera—. No creo en las malas leyes Selene, por eso estudio Derecho.


— Eso es bueno para tu espalda —me burlé.


Era imposible no saber que sería un futuro abogado. Carlisle siempre que tenía la ocasión, hablaba con orgullo de Edward por ser un estudiante destacado y por cursar tercer año en Leyes. Era un chico inteligente, guapo y muy carismático. Eso sumado a que besaba como los dioses nos daba como resultado; chica patética enamorada del hermano de sus amigas.


Dejó la pieza nuevamente sobre el tablero y se sentó a mi lado riendo de la pequeña tontería que había salido de mi boca.


— No creas que no había escuchado eso con anterioridad, es un chiste sin gracia —musitó apretando los labios para no volver a reír.


— Tu cara dice lo contrario —repliqué.


— ¿Yo te gusto? —preguntó de pronto cambiando de manera radical el tema, dejándome sin aire. Tomé el vaso de agua antes intacto – y me lo bebí de un sorbo. Jadeé un par de veces antes de dejar el cristal vacío nuevamente sobre la mesa.


— ¿A que viene esa pregunta? —acucié entrecerrando los ojos.


— Solo respóndela.


Negué con la cabeza y di vuelta la cara para que no viera el sonrojo que gobernaba mis mejillas.


— Tu cara dice lo contrario —repitió mi frase dándole otro significado completamente diferente al que tenía en un principio.


— Es mi boca la que habla —rebatí.


— Y tu cara la que expresa.


Fruncí el ceño disgustada conmigo misma por ser tan obvia y demostrar de manera tan fácil que me pasaban cosas con él.


— Tú me gustas —susurró posando una mano en mi mejilla.


Antes de que pudiera siquiera decir palabra, la boca de Edward descendió hasta la mía apoderándose de mis labios. Sus brazos me rodearon por la cintura al tiempo que su lengua se abría paso por entre mis labios.


Capitulo IV
¿Padre perfecto?


Traté de mantener mi vista en la cara de Edward, pero si veía sus ojos me sonrojaba como idiota y si miraba sus labios, me derretía tal cual como hace años atrás. No podía ser que después de tanto tiempo, él siguiera ejerciendo ese poder sobre mí.

Es solo por el sexo – me dije a mi misma sintiendo un escalofrío recorrer mi espalda al recordar brevemente nuestro último encuentro.

— ¿La miel? —repetí con voz trémula mientras intentaba inútilmente pensar con claridad—. Pues yo la detesto.

Enarqué una ceja así como muchas veces lo había practicado delante del espejo y respiré hondo. Terrible error, su fragancia comenzó a nublarme el juicio y su sonrisa… aquella sonrisa me desafiaba y me invitaba a borrarla a punta de golpes…o besos.

— No parece —refutó enarcando una ceja.

Deslizó su mano por mi espalda hacia mi muslo y me apretó contra él, provocando que una ola de calor se expandiera por todo mi cuerpo concentrándose en su mayoría en mi centro.

—¡Mierda! —gemí para mis adentros, cinco años sin sexo me estaban pasando la factura—. ¿Por qué no le di el si a Mike cuando tuve la oportunidad? —volví a pensar, de seguro que por lo menos las ganas me las quitaba.

Aunque quitarme las ganas con Edward valía la pena.

— Edward ¿A qué juegas? —pregunté con dificultad.

— No estoy jugando Isabella. Sin embargo quizás este no sea el mejor momento para esto —confesó soltándome y alejándose de mí unos pasos.

Se giró hacía el fregadero y buscó un vaso para luego llenarlo de agua. Mi cuerpo notó y extrañó demasiado pronto su calor.

Me sentí humillada por su falta de tacto. Primero me busca y luego, cuando mi debate interno esta a punto de fallar a su favor, me deja y se aleja.

— Puedes dormir en el que era el cuarto de mi padre. De seguro recuerdas donde queda —dije saliendo de la cocina. Caminé hacia la sala y busqué el control remoto para buscar algo en que distraerme mientras esperaba que el calor que me recorría el cuerpo se desvaneciera. Así de excitada como me sentía me podían utilizar fácilmente para derretir la nieve de la carretera.

— ¿Bella…?

— Que tengas buenas noches Edward —dije sin despegar la vista de la televisión.

Oí un bufido seguido de sus pasos subiendo la escalera y el piso del segundo piso resonando en dirección al dormitorio de mi padre.

Una música orquestal y espeluznante salía de la televisión. Me levanté de un salto y corrí a la cocina para buscar una de las cajas de cereales de Lucas, volví a la sala con un recipiente lleno de "Frosted Flakes" y un vaso hasta el tope de soda. Apagué la luz y me dispuse a disfrutar la película de terror. Lo único que podría alejar a mi mente de que en el piso de arriba estaba el hombre de mis más perversas fantasías sexuales realizadas, era ver a un monstruo terrorífico comiendo sesos.

Puse el recipiente sobre mi regazo y comí casi sin percatarme que lo hacía. Estaba tan metida en la película que cuando la densa niebla se desvaneció, precedida de unos crujidos y puntuales notas de piano noté que ya no comía cereales, sino que mis uñas. Cuando el rostro del asesino apareció en la pantalla, ahogué un grito y cerré mis ojos para cubrirlos luego, además con una mano.

Estaba espantada.

— Apuesto a que la verías mejor si abrieras los ojos —señaló Edward desde la oscuridad.

— ¡Nunca vuelvas a hacer eso! —gruñí al divisar sobre su cara una sonrisa jactanciosa.

— ¿Para que tienes la televisión encendida si no piensas verla?

— Que te importa. Deja de meterte en mi vida. ¿A qué bajaste?

— Me dio miedo pensar en que tu padre viniera y me sacara a punta de escopetazos de su cuarto.

— ¿Estas bromeando? —inquirí ceñuda.

— ¿Por? —indagó confundido.

— Edward, mi padre murió hace tres años.

— ¿De que estas hablando? —preguntó claramente sorprendido—. ¿De qué murió? Lo siento, no quería hacerte sentir mal. Te juro que no tenía idea.

— Déjalo. No te preocupes, ya ha pasado tiempo y si bien siempre me hace falta, he aprendido a vivir con ese dolor. Falleció de un paro cardiaco fulminante, no se pudo hacer nada.

Edward se veía conmocionado, ellos siempre tuvieron una extraña relación de amor y odio, se fastidiaban entre ellos y hasta bebían cerveza de vez en cuando viendo algún partido en la televisión. Se dejó caer sobre un sillón y se quedó con los ojos fijos mirando a la nada.

— Aún recuerdo el día que me encontró trepándome en tu ventana. Luego de eso, mandó a talar ese árbol… —murmuró con una sonrisa melancólica.

Recordé también la cara de Charlie, enfurecido y divertido al mismo tiempo. Siempre había sabido que Edward se trepaba a mi ventana, así que solo para poner a prueba su capacidad ingeniosa, taló el árbol y esperó para ver que idea se le ocurría a Edward para saltarse las visitas oficiales.

— Es extraño —musité.

— ¿Qué cosa?

— No recordaba nada de eso —confesé con tristeza.

— Al parecer has olvidado todo lo que tiene referencia conmigo —dijo enarcando una ceja.

— Eso parece.

— Incluso olvidaste que era el padre de tu hijo —comentó con resentimiento.

Ojala hubiese podido – pensé – nunca pude olvidarme. Cada gesto de Lucas me lo recordaba, es un sabelotodo, presumido, orgulloso, nunca pierde y además de todo es un pequeño de Don Juan. Es el "mini me" de su padre.

— Creo que será mejor que me vaya a la cama —dije colocándome de pie y dejando el recipiente sobre la mesa—. Hasta mañana Edward.

— Que descanses Bella.

...


— Mami… —canturreó la dulce voz de mi hijo— ¡Madre! —hundí aún más mi cabeza en la almohada y me quedé quieta pensando en que si no abría los ojos me dejaría en paz—. ¡Mamá! —ni un solo movimiento o no me quedara más remedio que levantarme— ¡Ma! —insistió, pero si era igual a su padre— ¿Mamita? ¿Mamacita? ¡Mother… —¿y este donde aprendió a hablar otro idioma?— fucker!

— ¡Lucas! —lo reté sentándome de golpe sobe la cama— ¿Dónde aprendiste a decir eso?

— ¡Que bien, despertaste! —exclamó con una sonrisa radiante y con su pelo alborotado.

— Como si me quedara otra opción —gemí al ver que se encontraba sentado sobre mi—. Ahora respóndeme ¿Dónde aprendiste a decir eso?

— ¿Qué cosa? —inquirió con cara inocente— ¿Mother Fuc…?

— ¡Deja de repetirlo! —lo interrumpí molesta— ¿Quién te enseñó eso?

— La consola del tío Emmet —comenzó a explicar—. El otro día, cuando me quedé allá, en un video juego un tipo dijo algo así como wirubiruli mader faker. Y cuando pregunté que era eso, tío Jasper me explicó que "Mother" era madre, y luego tío Emmet me explicó que "Fucker" era querida. O sea te dije madre querida —concluyó su magnifica explicación, encogiendo sus hombros y sonriendo de lado.

No quería ni pensar en que significaría ese wirubiruli que señaló Lucas. Estaba pensando seriamente en no acercarme a la casa de los Cullen en muchos años, no quería que me encarcelaran por un asesinato en serie. Por lo menos no hasta que Lucas pudiese mantenerse por si mismo y me hubiese dado unos hermosos nietos.

— ¿Bella…? —llamaron dando una suaves golpecitos en la puerta de mi cuarto.

Me quedé helada, no estaba preparada para ver a Edward aún. Puse un dedo sobre mi boca, para hacerle saber a Lucas que se mantuviera callado, mientras pensaba en lo que haría para escapar de tener que hablar con él.

— ¡Edward entra! ¡Ya la desperté! —gritó el pequeño traidor saltando sobre la cama.

— Permiso —dijo asomando la cabeza—. Solo quería avisarte que nos esperan en mi casa para desayunar.

— Debo darle antes su desayuno a Lucas —repuse para encontrar tiempo para inventar alguna escusa y poder quedarme en casa.

— ¡Ya desayuné! —dijo Lucas entusiasmado por la idea de salir de casa— ¡Edward me preparó huevos, tostadas, cereal con leche y zumo de naranjas con zanahoria!

— Perfecto te hizo el desayuno para toda la semana —bufé.

— Se despierta más temprano que yo —alabó Lucas asombrado. El pobre pensaba que despertarse antes de las once era una gran virtud—, cocina muy bien —continuó enumerando la interminable lista de atributos—, es soltero y sabe nadar. ¡Es el padre perfecto!

Me quedé viendo a Edward quien luchaba por reprimir la sonrisa que se estaba formando en sus labios. Idiota manipulador.

—¿Padre perfecto? —grité mentalmente— Vaya mierda en la que estoy metida.

La idea de ese desayuno en su casa estaba comenzando a volverse interesante.

2 comentarios:

  1. Hola me encantaron los capitulos sigue asi...Besos desde Ecuador

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  2. jajaja eso de que los niños aprendar palabras buenas es tan divertido xD! pobre Bella ella que no quiere que Lucas diga malas palabras y sus tios se las enseñan cada tanto

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