martes, 30 de noviembre de 2010

Take a Bow, Capitulo III

Me desvestí aún molesta luego del incidente en la playa. Por suerte mi habitación estaba lo suficientemente alejada del bullicio, por lo cual no me sería difícil quedarme dormida. 

Bajé de un tirón la cremallera de mi vestido blanco y al dejarlo caer me encontré con mi cuerpo lleno de arena. ¡Ah! ¡Ese Cullen era el primero en ser persona no grata en mi vida! Idiota, imbécil y sexy… ¡Alto! Ese adjetivo no concuerda con los anteriores… mmm… ¿Dónde me quedé? —me pregunté haciendo sonar mis dedos sobre la mesita de noche que estaba a un lado—, cretino y tonto Edward —terminé la oración.
 

Su rostro era perfecto, alto y delgado como su padre, era todo un Cullen, ¿como no me di cuenta antes del parecido que tenía con Alice y con Esme?
 

— Como si me hubiese dado la oportunidad de mirarlo tan detalladamente —bufé sentándome sobre la cama para poder quitarme los zapatos.
 

Y esos ojos…aquellos ojos podían ser la perdición de muchas seguramente. Pero no la mía, claro que no.
 

— Además —susurré escarbando dentro de mi maleta para sacar mi camisón de seda— ¿Qué se supone que hacía escapando? ¿Por qué? ¿De quien? 

Sacudí mi cabeza y me cerré mis ojos con fuerza—. Hora de irse a la cama y dejar de pensar —me ordené mentalmente. Era lo mejor que podía hacer después de todo, cubrirme completamente y dormir.
 

Así, decidida como estaba, me dirigí a la ventana para correr las cortinas, pero al llegar ahí, detrás del vidrio algo me devolvió la mirada, mi corazón se subió a mi garganta provocando que un grito de espanto saliera de mi boca.
 

— ¡Tranquilízate! —pidió la figura abriéndose paso entre las cortinas y alzando ambas manos sobre su cabeza para demostrarme que no me haría daño—.  Soy Edward —anunció una vez dentro de mi cuarto.
 

— ¿Edward? —pregunté entrecerrando los ojos.
 

— ¿No es un poco obvia tu pregunta? —se burló elevando la comisura de sus labios— Ya te lo había dicho.
 

— ¿Cómo demonios llegaste aquí?
 

— Tengo complejo de gato y digamos que estos árboles son muy resistentes.
 

— ¿Trepaste hasta aquí? —inquirí con incredulidad.
 

— No, volé —ironizó con una sonrisa deslumbrante—. Por supuesto, soy muy hábil.
 

— Y humilde —añadí.
 

Volvió a sonreír, provocando unas adorables arruguitas a los lados de sus ojos, Ay, esos ojos… se paseaban con descaro por mi cuerpo y fue recién ahí cuando reparé en que solo llevaba puesto el camisón, el cual por cierto dejaba muy poco a la imaginación. Me puse firme y crucé mis brazos sobre mi pecho con vergüenza.
 

— Ahora respóndeme una cosa, ¿qué haces aquí, en mi habitación?
 

— ¿Mi habitación? —repitió enarcando una ceja. Caminó a mi lado y luego de tomarme la mano me acercó a la puerta y encendió la luz, hizo un gesto con su cabeza señalando hacía el muro— ¿Decías?

Pestañeé repetidas veces ya que el foco de luz que encendía el dormitorio era tan fuerte que me encandiló. Luego de unos segundos, pude fijarme con detalle en las paredes en donde se encontraban algunas fotografías de él con quienes supuse serían sus amigos y amigas y fue cuando caí en cuenta de que era yo quien estaba en su dormitorio.
 

— ¿Y por qué si es tu habitación entras por la ventana? —acucié colocando mis brazos en jarra y alzando la barbilla para encararlo.
 

— Eso no es asunto tuyo —dijo con sequedad.
 

Bufé y me di la vuelta para buscar mi maleta, la bajé de la cama y arrastrándola por la manilla me dirigí a la puerta.
 

— ¿Dónde crees que vas? —me detuvo Edward, jalándome con suavidad del brazo.
 

— A buscar otra habitación —contesté mirando la mano que seguía sosteniéndome.
 

Negó con la cabeza y chasqueó repetidas veces su lengua.
 

— No, no, no señorita, usted no va así a ninguna parte. ¿Sabes cuantos jóvenes borrachos están deambulando por esta casa? Si te encuentran en esas fachas quien sabe lo que intentarían hacerte.
 

— Para ser un idiota, eres muy preocupado. Aunque me temo que ese no es tu problema —repliqué tomando el pomo de la puerta.
 

— Te equivocas —objetó Edward, colocando una de sus manos sobre la mía—. Yo te encontré en la playa y ahora te encuentro en mi dormitorio —me obligó a girarme hacía él y pasó su mano sobre mi hombro para apagar la luz dejando todo iluminado solo por el reflejo de la luna—. Tú eres “mi” problema.
 

— ¿A que te refieres con eso?
 

— Me gustas mucho Selene —susurró Edward sin dejar de mirarme, tan cerca de mi que su aliento tibio me llenó la boca. Alzó su mano lentamente hasta posarla sobre una de mis mejillas, la mantuvo ahí durante un rato, hasta que la deslizó a mis labios— ¿Eres una especie de bruja?... —entrecerró los ojos— Por que me has hechizado.
 

— Los magos hechizan, las brujas embrujan —corregí con voz trémula mientras sentía como el corazón me latía descontrolado. – Además— agregué—, Selene es una diosa, no una bruja.
 

Su risa no tardó en hacer eco en la habitación.
 

— Eres única —murmuró con una sonrisa radiante, sacudiendo su cabeza sin quitar las manos de mi rostro—, ¿lo sabías? 

Me sentía aturdida, nerviosa, mi pecho se veía agitado y cada respiración que daba era cada vez más irregular, estaba incluso avergonzada. No estaba asustada. Y tampoco era rabia lo que sentía en esos momentos, me sentía…encantada.


Sus manos se movieron hasta mi cuello y atrajeron mi rostro al suyo, nuestras respiraciones se mezclaron volviéndose una sola. Sus labios se estremecieron sobre los míos con suavidad, besándome con delicadeza y quietud. Estaba impresionada y aturdida, no podía cerrar mis ojos y observaba con detalle cada uno de sus gestos, sus parpados apretados y su ceño fruncido. Bajó su otra mano a mi cintura y me apretó contra él con fuerza— ¡Dile que te suelte! —gritó mi razón, pero mis labios estaban tan ocupados delineando la boca de Edward, que se negaron a darle forma a aquella frase. 


Él me gusta – descubrí con rabia cuando noté como mi corazón galopaba dentro de mi pecho.


Apenas estaba besándome y sin embargo parecía ser la experiencia más extrema y excitante de mi vida. Su aroma era extraño, intenté descifrarlo, pero solo pude compararlo con tierra mojada, quizás madera. Por primera vez me dejé llevar, me embriagué en su esencia y me hundí en su sabor. 


Respiró profundamente sin separarse de mis labios, les dio un suave mordisco y volvió a atraparlos ejerciendo un poco más de presión.
 

— Eres deliciosa —murmuró contra mi boca—. Demasiado como para tenerte toda en solo una noche.






Capitulo III
¿Miel o mermelada?



— ¿Miel o mermelada?- preguntó Lucas sosteniendo con dificultad los pesados envases, uno en cada mano.

— Mermelada —contestó Edward colocando el plato llenó de hot cakes sobre la pequeña mesa de la cocina—. Bella —agregó volteándose hacia mi—. Deberías comprarte una mesa más amplia, aquí apenas alcanzan dos tazas, ¿Dónde se supone que pondré la mía?

— ¿Qué te parece en tu casa? —inquirí con sarcasmo.

— ¡Me parece perfecto! —exclamó con una sonrisa— ¿Mañana?

— ¿Mañana qué? —pregunté frunciendo el ceño.

— ¿Desayuno o cena en mi casa? —se dirigió a Lucas y me ignoró a mi.

Lucas se encogió de hombros y me miró en busca de ayuda. Sacudí levemente mi cabeza para que entendiera que debía negarse, pero, ¿cuándo en la vida ha hecho algo que le haya pedido?

— ¿Dónde vives? —le preguntó a Edward con entusiasmo, hincándose sobre su silla para aproximarse más a él.

Puse mis ojos en blanco y cogí uno de los famosos hot cakes de Edward para untarle un poco de mermelada, lo enrollé y me lo llevé a la boca.

— Hace unos días vivía en Nueva York —comentó distraído—. Pero he vuelto a Forks así que hasta que encuentre algo mejor me quedaré en casa de mis padres, ya debes conocerlos, los Cullen – sentí que mi garganta se cerraba y me impedía el paso del aire, por lo que comencé a toser y a alzar los brazos para poder respirar. Edward se levantó rápidamente de su asiento y me agarró de la cintura con fuerza hasta que el trozo de masa salió disparado por mi boca.

— Si hubiese sabido que querías asesinarme te dejaba congelándote en la carretera —mascullé entre dientes una vez que mi respiración se acompasó.

— Y si yo hubiese sabido lo mal agradecida que seguías siendo, te dejaba ahí hasta que no pudieses respirar.

— Idiota —gruñí por lo bajo.

— Hermosa —susurró sonriendo y guiñándome un ojo. Será puto.

— Hijo de…

— ¡Mamá! —llamó mi atención, mi querido y despabilado hijo.

— ¡Exacto! Era justamente lo que iba a decirle…hijo de mamá —miré a Edward con furia y luego relajé mi expresión para ver a “mi” pequeño—. Gracias Lucas, has sido de gran ayuda— me levanté de mi silla y me acerqué a mi hijo para tomarlo en brazos—. Ahora despídete que es hora de que vayas a la cama.

— Pero mamá… —rezongó haciendo un puchero rodeando mi cuello con sus delgados y largos brazos—, apenas pude probar los hot cakes que hizo Edward…

— ¿No acabas de ver lo que me pasó a mi? No quiero que los comas, te puede pasar lo mismo. De todas maneras no te preocupes, que para comer piedras ya iremos a casa de tía Alice, le pediré que te prepare un queque como los de tu cumpleaños.

— ¿Los que usamos para trancar las puertas?

Sentí una suave risita proveniente del asiento continuo, pero lo ignoré, no pretendía hacerle gracias a él.

— Vale —suspiró refregando sus ojos con una de sus manos—. Nos vemos mañana Edward.

Rodeó mi cintura con sus piernas como un mono y me lo llevé al dormitorio. Luego de lavarle sus dientes, sus manos y su cara y de colocarle correctamente su pijama, abrí mi cama y lo metí en ella. Encendí “San televisor” y apagué las luces para que se quedará dormido.

No acostumbraba dejarlo ver tantos dibujos animados, pero esta vez lo ameritaba, necesitaba tenerlo distraído y de paso darme un tiempo a mi para pensar. Esto era demasiado, tantas veces imaginando estar con Edward en mi casa, preguntándome como sería si se conocieran y ahora que él estaba aquí, todas mis hipótesis se hicieron humo. Mi cabeza estaba vuelta un caos, ni siquiera podía hilar ideas con claridad.

— ¿Mami? —me llamó Lucas cuando me incorporé y caminé hacía la puerta.

— ¿Qué pasa cariño?

— ¿Edward es…es Edward cierto?

Mis peores temores se desataron luego de aquella pregunta inocente y tímida de Lucas, ¿qué culpa tenía él de nuestros errores? ¿Por qué hacerlo pagar por algo que no tuvo culpa? ¿Era la mejor madre del mundo, criando a un hijo yo sola, o era la peor por negarle a mi hijo el derecho de tener a su padre solo por mi orgullo herido?

— Por supuesto que Edward es Edward —contesté con una sonrisa forzada rehuyendo al trasfondo de esa inquietud—. Ahora mira… —dije señalando la televisión— está comenzando Lazy Town y tío Emmet dijo que se disfrazaría de Stephanie para jugar contigo, así que memoriza este capitulo para que mañana se lo cuentes.

Perfecta venganza —pensé.

— ¿Mañana vamos donde los abuelos?

— Si cariño, ahora ve la tele que yo ya vuelvo a acostarme contigo —me acerqué a él para besar su frente y luego me volteé para salir del dormitorio. Cerré la puerta a mi espalda y caminé por el vestíbulo con el nudo de mi garganta quemándome hasta el esófago.

Bajé las escaleras y caminé hacia el hall donde se encontraba mi abrigo el cual seguía estando húmedo. Busqué dentro de los bolsillos hasta dar con mi cajetilla de cigarrillos y salí a sentarme al pórtico de la casa. Estaba helando demasiado por lo que me crucé de brazos para apresar el poco calor que había en mi cuerpo y una vez que solté la segunda bocanada de humo, dejé salir las lágrimas contenidas. Sentía como la angustia se apoderaba de mi pecho y como mis costillas se oprimían causándome dificultad para respirar.

— Antes odiabas hasta el olor del cigarrillo —dijo Edward desde mi espalda.

— Si y amaba otras cosas… —comenté inhalando suavemente el filtro, haciendo que la punta encendida brillara a medida que consumía más el papel— ¿pero ya ves? el tiempo te hace cambiar de opinión.

— Creo que tenemos que hablar —musitó parándose a mi lado y viendo en la misma dirección que veía yo.

— Ya lo sé —dije con la voz quebrada.

— Pero no hoy, hablaremos cuando tú te sientas bien para hacerlo, ahora ven aquí —resopló acercándose a mí y pasando su brazo por encima de mi hombro.

— ¿Qué diablos piensas que estas haciendo?

— Nada —dijo encogiéndose de hombros de manera inocente—. Solo te doy un poco de calor.

Ya había tenido bastante calor de él en el pasado, suficiente como para hacer parecer que el infierno era un refrigerador y lo único bueno que había conseguido de eso era Lucas. Aunque la verdad es que ahí, debajo del pórtico viendo la nieve, las mariposas muertas resucitaron volando alrededor de mí estomago. Estúpidas, de haber tenido un cañón para dispararles, las mataba a todas. Quizás luego tendría que tomarme un sorbo de insecticida…solo para prevenir.

— ¿Sabes una cosa? —interrumpió mi verborrea mental.

— Sé muchas —bufé.

— Presumida —murmuró riendo.

— Otros me llamarían sabia.

— ¿Otros? ¿Hay otros en tu vida? —indagó soltándome de pronto para tomarme por los brazos y me giró hacia él, su ceño estaba fruncido y su boca formaba una línea recta—. Digo, ¿hay alguien en tu vida que no sea Lucas? ¿Algún…otro… hombre?

— Ese no es tu problema.

— Tú eres mi problema, Selene, ¿lo recuerdas?

— Edward no seas ridículo ¿quieres? Eso fue hace muchos años atrás. Y no me sigas diciendo así, estoy a años luz de parecer una diosa, con suerte podría ser la profesora de Snoopy.

— Bella sé que nunca me creíste las cosas que te dije pero…

— ¿Y Tanya? —pregunté para huir del tema que comenzaba a presentárseme.

Frunció aún más el ceño y me soltó los brazos, dejando caer los suyos a ambos lados. Respiró hondo y sacudió su cabeza antes de comenzar.

— La última vez que la vi fue hace un año —comentó con tono melancólico—.  Estaba internada en el hospital de Nueva York y yo la visité…se veía hermosa como siempre, incluso podría decir que más… —la punzada de los celos se clavó en mi pecho al oír sus halagos hacía “la” otra, pero lo disimule mirando hacía otro lado— Estaba sobre una camilla con una mascarilla de oxigeno cubriendo su rostro —de pronto la alegría de la voz de Edward desapareció por completo, llevé mis ojos a su cara y me quedé viéndolo mientras continuaba con su relato—, se veía muy pálida y ojerosa, estaba incluso más delgada que antes y me acerqué a tomar su mano, luego abrió los ojos y murmuró “hijo de puta Cullen”  —dijo imitando la voz de una mujer agónica—, después de eso, sus parpados se cerraron y nunca más volvió a abrirlos. Al rato descubrí que había pisado la manguera de su tanque y que le había cortado la respiración.

— ¡¿Qué?! —di un pequeño grito espantada.

Noté como el rostro de Edward comenzaba a volverse rojo y sus labios se fruncían, hasta que no pudo luchar más y dejó escapar su risa.

— ¡Eres un idiota! —bramé golpeándole el hombro.

— No puedo creer que te lo creyeras… —exclamó apretando su estomago sin parar de reír—. Te hubieses visto la cara…

— No me causa gracia alguna tu historia.

— A mi si, por lo menos ya no tienes esa cara de pena, no me gusta ver tus ojos tristes… —dijo acercando una de sus manos a mi mejilla, la acarició con su pulgar y sonrió sin alegría—. En todo caso si te interesa saber de Tanya... —dijo bajando su mano y cambiando la dirección de su mirada— Se casó hace unos tres años y tiene dos bebes, quizás tres, ya que la última vez que hablamos sospechaba estar embarazada otra vez. La verdad es que me alegro por ella, se merecía un tipo que la quisiera de verdad y no alguien como yo. No creo que alguien hubiese soportado tanto por estar conmigo como ella.

— Yo creo que si —solté sin pensarlo.

— ¿Perdón? —inquirió Edward.

Sentí como si mi corazón se saltará un latido y solo pude hacer, lo que mejor sé hacer… cambiar el tema.

— No.

— ¿No qué? —preguntó confundido.

— No te perdono.

— ¿Por qué no?

— Por que no quiero —expliqué, lo que mejor podía hacer era confundirlo, así luego ya no se acordaría de que estábamos hablando antes. Edward podía ser un abogado brillante, pero fuera de su trabajo era un total cabeza de pollo.

— ¿Por qué no me quieres perdonar? ¿Y a todo esto, perdonar de qué? —¡bingo! Ya lo había olvidado.

— No lo sé, fuiste tu quien me pidió perdón —dije restándole importancia y encogiéndome de hombros.

— ¿En verdad estamos teniendo esta conversación absurda?

— Así parece. Ven —caminé hacia la entrada—. Será mejor que vayamos dentro antes de morir congelados aquí afuera.

— Pensé que nunca me lo pedirías —resopló sacudiendo sus hombros. Se me adelantó y abrió la puerta por mí—. Las damas primero.

Avancé por su lado y me encaminé hacía la cocina seguida por él, metí un dedo dentro de la miel antes de cerrar el envase y me lo llevé a la boca de manera distraída para saborearla. Cuando alcé la vista, me encontré con los ojos de Edward que me veían con descaró y antes de que se me ocurriera algo divertido para decirle, se acercó a mi y aferró su mano a mi cintura, retrocedimos juntos hasta chocar contra la gélida pared al lado de la ventana

— Llega a ser demente la manera en que te extrañé —susurró en mi oreja frotando su cuerpo contra el mío—. Antes estaba completamente equivocado, prefiero la miel.

1 comentario:

  1. Edward es todo un maestro en la manipulacion xDU!
    Bella se las vera duras para poder sacarselo de encima es tan obstinado si se lo propone ese hombre

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