lunes, 29 de noviembre de 2010

Take a Bow, Capitulo II

La música estaba a un volumen ensordecedor, tanto que las paredes de aquella mansión vibraban junto a las bases electrónicas que retumbaban en los gigantescos parlantes acomodados por toda la sala.


El olor a alcohol mezclado con el humo de los cigarrillos me tenía asqueada, ya eran pasadas las tres de la madrugada y lo único que quería hacer era irme a dormir, estaba harta, pero dudaba que con todo ese ruido pudiese pegar ojo. Solo a mi se me podía ocurrir vacacionar con Alice y Rosalie Cullen.


— Quizás dar un paseo por la playa no sea tan malo —susurré desde la terraza viendo la claridad de la noche y tentada por como se reflejaba la luna sobre el mar.


Me quité los estúpidos zapatos de tacón que Alice me había obligado a usar y caminé hacía el mar   Solo mojaré mis pies me dije a mi misma, pero antes de llegar siquiera a la orilla - por el lado de el roquerío - una mano amordazó mi boca con fuerza.


No digas nada murmuró rodeándome por la cintura y apegándome más a su torso.


Intenté patalear mientras me arrastraban hacía una zona más apartada en donde no podrían verme. Sentí como mis ojos comenzaban a aguarse por el miedo y como mi corazón estaba a punto de salirse de mi pecho.


No voy a hacerte daño prometió el hombre detrás de mi—. Solo estate quieta y callada, por favor.


Asentí en silencio y permanecí completamente quieta. No sabía si podía confiar en aquel hombre, pero mientras más dilatara el momento de lo que fuese que estaba por venir, mejor.


¿Escuchaste eso? preguntó en un murmullo tensándose detrás de mi.


Pasos en la arena. Murmullos alrededor. Estaban buscando a alguien, pero mi mente no lograba entender nada. Intenté forcejear con la desesperación de soltarme y así pedir ayuda a quienes estaban cerca, pero solo conseguí ser apretada más fuerte.


¡Que te quedes quieta! ¡Por Dios! ordenó furioso el hombre detrás de mi. Si nos pillan aquí, nos matan a ambos, te lo digo.


Eso quería decir que lo buscaban a él. ¡Mierda! Era un psicópata, quizás ya había atacado a alguien. Noté como su mano me sujetaba más fuerte a mi cintura y como un sudor frío comenzaba a empapar mi frente.


Me giró hacía él y me soltó lentamente. Unos tenues rayos de luna me enseñaron su rostro. Tenía unas facciones muy marcadas y por lo poco que veía parecía ser de unos veintitantos años, no más, pero no fue eso lo que llamó mi atención, ni su cabello alborotado, ni lo anguloso de su nariz. Sus ojos, el color de ellos. Era ver un océano completo en esa mirada.


Pestañeé repetidas veces para quitarme el aturdimiento y lo miré furibunda. No permitiría que un par de ojos me congelara, claro que no. Lucharía dejando mis uñas postizas enterradas en su cara para librarme de él.


Soltó una maldición cuando mi puño impactó de lleno contra su mejilla y se lanzó a mi, arrojándome a la arena, colocándose sobre de mi.


¡¿Qué haces? gruñó enfurecido.


Pensaste que dejaría que abusaras de mí, así como así repliqué iracunda intentando soltarme nuevamente. ¡Auxilio! grité lo más fuerte que pude justo antes de que colocara su mano sobre mi boca para impedirme volver a chillar.


¡Maldita sea! ¡Que no hables! ordenó nuevamente cargando su peso sobre mi abdomen. Además no pienso hacerte daño.


Fruncí el ceño y dejé de moverme. Terminé por rendirme. Paso un buen rato hasta que ya no quedó más que silencio alrededor, solo el reventar de las olas quebraba la extraña calma que envolvía todo.


Voy a soltarte, ahora mismo anunció con cautela—. Solo no vayas a gritar, por favor. ¿Entendido?


Asentí como pude con la cabeza y apreté mis labios cuando apartó la mano. Se hizo a un lado y se levantó, situándose justo a mi lado. Me incorporé de a poco y sacudí la arena que se había apegado a mi vestido y a mí por todas partes.


Eres como Selene susurró de pronto con admiración.


Lastima no poder decir que tu eres como Endimión murmuré alzando la barbilla para echarle cara. ¡Ahora aparta! agregué pasando por su lado para volver a la mansión.


Tomó mi muñeca y detuvo mi andar.


Siento lo que paso.


No más que yo repliqué.


¿Podría al menos saber tu nombre? Es interesante ver que una señorita tan joven conozca algo de historia griega.


Cualquier persona que haya visto Sailor Moon sabe quien es Selene contesté dando un tirón para soltarme de su agarre, sin éxito alguno. Soltó una risotada y volvió a insistir en saber mi nombre.


No te lo diré. Ni siquiera sé quien eres.


Puedes decirme Endimión, si te gusta. Aunque preferiría que me llamaras Edward. Edward Cullen se presentó con una sonrisa en sus labios.



Capitulo II
Intuición



¿Por qué no huí de él la primera vez que lo vi? Sabía que era peligroso, algo en mí siempre lo supo, pero insistí en quedarme ahí. Con él.

Mi boca parecía haberse descolgado de la mandíbula, no podía moverla, mis labios estaban completamente secos y mis ojos no podían ver más allá de las lágrimas que luchaban por salir. Haberme tomado de un sorbo el café hirviendo hubiese sido mejor que lo que acababa de sentir, un puñetazo directo al estomago que me dejo sin aire fueron sus palabras. Su rostro seguía sin mostrar ningún tipo de emoción, no sabía si estaba burlándose de mi o si en realidad sabía la verdad.


— Tarde o temprano todos caemos alguna vez Isabella —advirtió mi madre con tono de reprobación ante la crueldad que según ella le estaba haciendo a Edward y a mi bebe.


— Él nunca va a saber que tenemos un hijo —juré besando mi pulgar y alzándolo al cielo—, lo conozco, sé que si se lo digo, pensara que es para atarlo a mi vida. No quiero ser más patética de lo que he sido hasta ahora, ¿Cómo no lo ves?


¿Cómo no lo ves tu? ¿Qué importa lo que él piense?, basta con que lo sepa, hazme caso.

Sacudí mi cabeza y tragué saliva estrepitosamente antes de abrir la boca, ya no era una niña insegura y que temía decir algo que hiciera que Edward desapareciera, al contrario, ahora era precisamente lo que debía hacer, tenía un hijo al que durante todos estos años había mantenido sin la ayuda de nadie y mi vida completa armada, Edward ya no era el tipo que podía manipular las situaciones a su antojo.

¿De qué estas hablando? logré preguntar al fin cuando el colapso mental se hizo a un lado y logró darme así un momento de lucidez.

Dejémonos de volteretas absurdas, están de más. Lucas es igual a mí y no es muy difícil hacer un cálculo mental entre su edad y la última vez que estuvimos juntos.

Lo miré indignada.

¿Qué sabes tu? Ni siquiera sabes que edad tiene y te aseguro que no recuerdas la última vez que estuvimos juntos, es más, dudo que recuerdes alguna de las veces que estuviste conmigo eso estaba completamente de más, por más que trataba de mostrarme indiferente con él, no hacía solo ponerme en evidencia acerca de lo resentida que me sentía, aun después de tanto tiempo.

Recuerdo bastante Selene, aunque no viene al caso habló calmado, alzó su café y bebió un pequeño sorbo sin despegar sus ojos de mí. Estaba segura que examinaba cada una de mis acciones, por lo que intenté mantenerme lo más calmada posible. Dejó su taza nuevamente sobre la mesa y continuó hablando—. Lucas tiene cuatro años, él me lo dijo cuando sacaba las bolsas de tu auto. No sacas nada con seguir negándolo Isabella, es más, podría jactarme de ser un buen matemático, pero cualquiera puede sumar uno más uno.

Fruncí los labios antes de contestar algo, estaba buscando un insulto lo suficientemente fuerte en otro idioma para que Lucas no pudiera entenderlo. No sé que tenía ese niño que cada vez que oía algo que no debía decir lo repetía como loco.

Mami, tengo hambre bostezó el rey de Roma arrastrando sus pies por la cocina.

Había olvidado por completo la comida de mi hijo. Estupido Edward tenía la capacidad de hacerme olvidar todo a mí alrededor.

¡Lucas! exclamó Edward sonriendo—. Ven aquí palmoteó su pierna, para que mi hijo se sentara con él. Quiero contarte una historia… continuó a medida que mi hijo caminaba hacia él.

Edward ni lo pienses amenacé por lo bajo, pero me ignoró por completo.

Hijo de puta gruñí en mi interior, eso era jugar sucio, aunque no por nada se había convertido en uno de los mejores y más jóvenes abogados de todo Estados Unidos, ese había sido su don desde que lo conocí, aunque claro, para él los dones eran invenciones humanas, él les llamaba habilidades.

¡Lucas! chillé apretando mis puños a mi lado—. Si vas a quedarte aquí en la cocina, será mejor que vayas a apagar la televisión, no tenemos porque elevar la cuenta de luz por nada.

Detuvo su paso y cambió de dirección. Fulminé con mis ojos a Edward mientras de reojo veía a mi pequeño alejarse a paso lento, los insultos poco apropiados se taponaban en mi garganta.

¿Quién te crees Edward Cullen? mascullé con los dientes apretados acercándome velozmente a su mesa y dando un golpe con mi puño aún apretado sobre esta—. Puedo aceptar muchas cosas ya que mi paciencia es bastante generosa, pero manipular a mi hijo…

Nuestro corrigió secamente, dejándome con todo atorado en la lengua—. Y no lo estaba manipulando dijo con gesto indignado ¿Cómo se te ocurre que haría algo así?

Sé lo inescrupuloso que puedes llegar a ser, así que no te vanaglories tanto de esta falsa moral que no te queda repliqué enfurecida. Además añadí—, ¿de donde sacaste que es tu hijo?

Llámalo intuición.

¿Femenina? me burlé.

¡Mami! gritó Lucas interrumpiendo nuestra pequeña discusión moral, desde la sala ¡Te llama tía Alice! anunció.

¿No era que no había línea? pregunté a Edward entrecerrando los ojos.

Debe haber vuelto contestó soltando una pequeña carcajada, antes de llevarse otra vez la taza de café a la boca. Bufé y di la vuelta para ir por mi teléfono—. Dale mis saludos a mi hermana, dile que mañana temprano estaré por la casa.

¿Mañana? repetí alarmada, vi como una sonrisa se extendía por su rostro y comprendí la indirecta de inmediato—. ¡Oh no! Ni siquiera te atrevas a pensarlo, no te quedaras en mi casa.

¡Dice que es urgente! volvió a gritar mi hijo.

Salí de la cocina echando humo por las orejas, caminé hacía el hall donde se encontraba el teléfono y atendí.

¿Hola?

¡Bella! ¡Oh por Dios! Al fin atiendes, tengo que advertirte una cosa, Edward ha vuelto anunció atropelladamente.

No me digas murmuré desganada y un poco molesta. Eso me hubiese servido hace unas horas atrás, antes de salir de compras un día de nieve y dármelas de buena samaritana ayudando a un imbécil.

Eso no es todo, se enteró que tienes un hijo, bueno que tienen un hijo. Mierda, no sé ni como explicártelo. Por eso volvió.

Alice, Edward está aquí.

¡Eso es lo que te estoy diciendo! exclamó tan fuerte que tuve que alejar el aparato de mi oído por temor a quedar sorda.

No tonta, está aquí, en mi casa musité con toda la calma que pude. Escuché el grito desde el otro lado y esperé hasta que se calmó para continuar hablando—. Ahora que ya dejaste tu ataque histérico… añadí ¿Podrías explicarme como se enteró?

Fue culpa de Emmet, pero en realidad él no quería hacerlo se disculpó por él con voz apenada. Te juro que fue un accidente, cuando vengas te lo explicaré mejor.

Fruncí el ceño al recordar la conversación con Edward un minuto antes Intuición dijo. Canalla mentiroso.

Ya veo murmuré planeando mi futura venganza—. Tenme las palas listas y el hoyo cavado en el patio de tu casa, porque mañana lo voy a matar.

¡Corazón te juro que no fue mi culpa! gritó Emmet.

¿Por qué demonios tienes tu teléfono en alta voz? acucié ignorando a Emmet.

No sé, estaba nerviosa de hablar sola contigo.

¿Está Jasper por ahí? inquirí en un intento de calmar la rabia que comenzaba a apoderarse de mi.

Aquí estoy anunció mi querido amigo.

Ten dos hoyos cavados, por que la lista suma y sigue mascullé lo más amenazadoramente posible—. Hablamos mañana.

Corté la llamada y volví a la sala en donde mi pequeño ya no estaba. Corrí a la cocina y lo encontré muy contento con sus mejillas infladas producto de todos los cereales que tenía dentro de la boca y con un chorro de leche derramándose por su mentón.

Hola mami murmuró apenas sin aire.

¿Qué haces? le pregunté a Edward al observarlo con mi delantal de cocina, revolviendo la mezcla que se encontraba dentro de una de mis fuentes con la espumadera.

¡Hot cakes! anunció con una sonrisa Lucas dijo que le encantaban y hasta donde tengo recuerdos a ti también. Espero que no te moleste que me meta en tu cocina.

En mi cocina repetí negando con la cabeza—. En mi cocina, en mi camioneta, en mi casa. ¿En qué lugar no te has metido?

¡En tu dormitorio! vociferó Lucas divertido, llevándose otra cucharada rebosante de alimento a su boca.

Oí la melodiosa risa de Edward retumbar dentro de la casa, tal cual como años atrás.

Si supieras pensé agradecida de que mi pequeño granuja aún no entendiera ese tipo de cosas.

1 comentario:

  1. Hay este capi me encanta xDDD!!
    Lucas tan inocente me mato con la frase de su dormitorio jajajaja ese Edward es tan...
    bueno tan él

    ResponderEliminar