viernes, 26 de noviembre de 2010

Capitulo 3, Heridas abiertas


HERIDAS ABIERTAS



— ¡Edward levántate! —gritaba Alice una y otra vez dando saltos por mi habitación.

— Será mejor que dejes de tironear que estoy sin ropa interior —balbuceé para que me dejara tranquilo—. A menos que quieras conocer las nalgas tonificadas de tu hermano.

Me giré para darle la espalda y apreté fuerte con mi mano la sabana para cubrir mi cara y así impedir que los rayos de sol llegaran a mis ojos.

— ¡Que no seas flojo! —gruñía con dificultad forcejeando la tela que cubría mi cabeza.

— Déjame tranquilo —ordené apretando mis ojos cuando consiguió arrancar toda mi ropa de cama.

— ¡Vamos que papá nos espera!

Me senté sobre mi cama y con los ojos aún cerrados, cogí mi almohada y se la lancé dándole en la cabeza.

— ¡Mamá! —chilló corriendo escaleras abajo.

— Tres…dos… —comencé la cuenta regresiva en mi mente, cuando oí la melodiosa voz de mi madre proveniente de la cocina.

— ¡Edward Cullen levántate ahora mismo si no quieres quedarte sin mesada!

— Ya no saben que más quitarme —pensé mientras refregaba mis ojos para despabilarme—. Mañana seguramente gritara… ¡Edward Cullen levántate ahora mismo si no quieres que te castremos!

Arrastré mi humanidad al baño y me di una ducha fría y rápida para quitarme la pereza y recomponerme de la mala noche que había tenido, ya habían pasado cinco días desde que mi mejor amigo se había vuelto un arrastrado por Rosalie y me tocaba andar cazando gatitas solo, definitivamente no era lo mismo…no podía presumirlas con nadie y eso hacía que perdiera la gracia.

Me vestí con lo primero que encontré y bajé para encontrarme con mis chicas favoritas…mi madre y mi hermana.

— ¿Piensas ir en esas fachas a buscar a nuestra nueva hermana? —preguntó Alice horrorizada viéndome de pies a cabeza.

La ignoré y miré a mamá.

— ¿Es necesario que la lleve conmigo? —rezongué.

Ya bastante malo era tener que aceptar el nuevo capricho de mi padre con esa niña como para tener que ir escuchando las idioteces de Alice, quien como todos en el resto de mi familia, estaba emocionada hasta la medula por la nueva adquisición.

— Se les hace tarde —sonrió paciente mi madre, tomando mi camiseta por los hombros para arreglarla—. Será mejor que no hagas esperar a tu padre. Además —agregó—, no sé si sea bueno que Bella tenga que esperar en el hospital.

— Claro, puede impacientarse y asesinarlos a todos —solté sin pensar.

En el mismo instante que pronuncié aquellas palabras supe que debía habérmelas guardado con llave. Sentí a mis espaldas un estrepitoso sonido, seguido de un gruñido.

— ¡Edward! —bramó mi padre, quien estaba acompañado de la nueva Cullen.

En el suelo un par de maletas, que fueron las que ocasionaron el ruido y la cara agachas de una chica, cubierta por una cortina de pelo hasta la cintura, vaqueros gastados y la chaqueta de mi padre sobre su espalda. Parecía una burbuja de jabón, como si la brisa mas ligera bastara para romperla.

— Muérdete la lengua y envenénate —masculló Alice entre dientes pasando por mi lado y caminando en dirección a mi padre.

— Pensé que nos esperarían allá —dijo Alice, recogiendo las maletas del suelo.

Mi padre no dijo nada, parecía ser que la rabia lo había petrificado. Por un instante llegué a pensar que le había ocasionado un infarto fulminante y por eso no podía hablar, hasta que lo oí bufar, lo que me permitió volver a respirar.

— Alice, deja esas maletas ahí —ordenó mi madre forzando una sonrisa—. Deja que tu hermano las lleve arriba.

Noté enseguida la nota de furia contenida debajo de su tono cariñoso, con el que disimulaba enfrente de los demás. Me acerqué a donde estaban ellos y levanté las maletas, me di media vuelta y caminé en dirección al dormitorio que mi madre había arreglado para Bella. No era muy difícil el camino, subía las escaleras, caminaba en dirección a mi dormitorio y me detenía en la puerta que quedaba justo al frente.

Abrí la puerta y me encontré con que lo que antes había sido mi sala de juegos, con tiro al dardo incluido, ahora estaba convertido en una casa de muñecas, los muros pintados de color rosa con junquillos blancos, un tocador con su taburete y la cama pegada a la pared. La ventana se encontraba abierta al igual que las cortinas del mismo tono rosa que el cubrecama, solo un delgado visillo impedía que el viento llenará de hielo la habitación…era como entrar al mundo de Barbie. Definitivamente ahí estaba la mano de Alice.

Dejé las maletas al lado de la cama y caminé hacía la ventana para cerrarla. En el techo se escuchaba el leve golpeteo de algunas gotas y no quería que luego me culparan de arruinarle la pintura a propósito.

Me debatí internamente por algunos minutos sobre que sería lo correcto, si bajar y pedirle disculpas por ser un idiota nuevamente, o encerrarme en mi dormitorio hasta que se olvidaran de mi última metida de patas.

— ¡Baja de inmediato! —gritó mi madre desde el primer piso.

Bueno, eso descartaba mi segunda opción.

Descendí a saltos los escalones y encontré a mis padres al pie de estas que me veían enfadados. Tomé las llaves del auto y se las lancé a mi padre, quien las atajó sin problemas.

— ¿Qué es esto? —preguntó observándolas.

— Les ahorro tiempo —contesté mostrando una amplia sonrisa.

— Oh no jovencito —negó mi padre sacudiendo su cabeza—. Esta no te saldrá tan fácil.

— ¿Te parece fácil ir a pie a todos lados? —bufé—. Si fuera por eso yo no sería tu chofer.

Ambos me quedaron viendo por un rato, hasta que por fin mi padre tomó mi mano y me devolvió el manojo de llaves

— Bueno entonces, ¿qué? —inquirí frunciendo el ceño— ¿Sin mesada? ¿Sin permiso para salir? ¿De aquí al celibato?

— No, desde ahora te encargaras de Bella, la conocerás hasta que te tragues todas tus palabras.

— O en su efecto, hasta que me tragué una daga en el pecho. Lo que ocurra primero.

— ¡Edward! —gritaron todos al unísono y otro sonido repercutió a mis espaldas.

No sé porque, pero ahí estaba otra vez parada detrás de mi, se repetía la escena con mi padre, solo que esta vez estaba acompañada de Alice y lo que había caído no eran un par de maleta sino un vaso con jugo de frambuesa, que dejó todo el piso blanco salpicado del liquido rojo y cristales rotos esparcidos por todos lados.

Isabella por primera reaccionó, cerró los ojos con fuerza y buscó a Alice para abrazarla. Su cuerpo temblaba, pero no emitía sonido alguno.

— ¡Qué linda! —exclamó Alice—. No tienes de que preocuparte Bella, es solo un vaso, no te preocupes. Tenemos muchos.

— Alice ella no está así por haber roto un vaso —murmuré acercándome a ellas.

1 comentario:

  1. Definitivamente Edward se merece el premio al idiota del año, juuu dos metidas de pata en tan solo un poco de tiempo joder que eso ni yo puedo hacerlo tan bien xDU!!! ... ya quiero ver como ira eso de la convivencia que tendrán Edward y Bella se pondrá muy interesante

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